Posts Tagged ‘COSTUMBRES DE ARAHAL’

Imágenes de Arahal

marzo 23, 2009

Imágenes de Arahal entre dos siglos es un nuevo libro sobre el pueblo, editado por Jose Manuel Camacho Cintado y Alfonso E. Pereira Dominguez. Un libro de fotografías antiguas que fué presentado este mes de marzo, acompañado de una exposición en la Casa de la Cultura. Estamos ante un tesoro etnográfico -así lo llama el historiador Nicolás Salas en su prólogo- de gran valor para la vida de Arahal, debido a  la meritoria tarea de recopilación de los autores. No hay mejor manera de conocer la historia que la de hojear imágenes. En este caso también: aún sin mirar el pie de foto, se trasluce el momento vivido por el pueblo. En definitiva, una historia reciente de Arahal en imágenes.

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El libro comienza con una espléndida vista del pueblo de los años 50, donde se puede apreciar la armonía existente entre arquitectura y habitantes. La perspectiva de los tejados alrededor de las iglesias y la ausencia absoluta de coches hacen añorar una forma de vida que se ha perdido en los últimos años.

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Julio de 1925. Una vista de la calle Corredera, desembocando en la plaza y el ayuntamiento, con los adornos de las fiestas patronales. Se ven los mismos lugares de encuentro que permanecieron durante un siglo, antes y después de la guerra.

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En esta imagen vemos el lugar más conocido por los forasteros, Los Tres Gatos. La fotografía parece de los años 30, por los vestidos de las mujeres y el rótulo art decó del establecimiento. Tiene que ser muy cercana a la Guerra Civil. Este lugar tan característico merece ser conservado -cosa muy fácil- y ser incluido dentro del patrimonio arahalense.

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Arahal durante la Guerra Civil. Esta foto muestra el Hospital de la Misericordia convertido provisionalmente en lugar de convalecencia de heridos de las tropas de Franco procedentes de los frentes de Córdoba.  A la izquierda, el doctor Ramón González y González atendiendo a un herido. 1936.

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La antigua feria de septiembre con la caseta del Casino en plena canícula. Esta fotografía, de los años 60, muestra a los caballistas  yendo a refrescarse por la parte lateral, la más accesible. En aquellos tiempos sólo había caseta del Casino, en la feria de ahora hay casetas de todo tipo, menos del Casino. En esto no ha habido un cambio sino un vuelco total.

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Esta fotografía pertenece a la II Fiesta del Verdeo. En el ayuntamiento aparecen los organizadores junto a la reina y las damas.  El mantenedor, Antonio Murciano, es el segundo por la derecha. 1968.

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Referencias bibliofráficas

Imágenes de Arahal entre dos siglos de Jose Manuel Camacho Cintado y Alfonso E. Pereira Dominguez. Edición de Jose Manuel Camacho Cintado. Gráficas Virgen de la Oliva,  Salteras, 2009.

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Semana Santa en Arahal

marzo 13, 2009

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La aparición de la revista El Pabilo supone la llegada de la primavera y el anuncio evidente de una nueva Semana Santa, festividad muy importante en Arahal. Es una larga tradición que se repite cada año (este número es el 22 del año XXII), realizada como es habitual por la Tertulia Cofradiera El Pabilo. El Consejo de Redacción lo forman Jose M. Camacho Cintado, Francisco Cano Mena, Angel Luis Jiménez Jiménez, José F. Gago Bohórquez y Manuel Nieto Ortega. Con un formato y una extensión generosa, la revista contiene numerosos artículos sobre el tema, acompañados de fotografías que hacen revivir de nuevo el rito de las hermandades en Arahal, rito que no cesa en todo el año.

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En la imagen de arriba, portada de la revista, con una fotografía del paso de la Virgen de los Dolores realizada por Ricardo Rapallo Arroyo. Debajo, una imagen del Cristo de la Esperanza, en uno de los retablos cerámicos existentes  en Arahal, artículo tratado en la revista por Jose M. Camacho Cintado.

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Mayetes, mayetos y pelentrines

febrero 27, 2009

Es difícil encontrar referencias de la palabra “mayete”  en diccionarios (on line o en papel). Salvo en algunas expresiones populares y algun chiste, el “mayete” practicamente no existe. Más visible está la de «mayeto», incluida en el Diccionario de la Real Academia Española, a diferencia de mayete, que no lo está. Pero mayeto es palabra que se circunscribe a una zona andaluza muy concreta, la de Rota (según el Diccionario, mayeto es «viñador de escaso caudal»). Buscando  a los mayetes he encontrado a los pelentrines, pequeños propietarios en el mundo agrícola español. Esta palabra también arrastra a otra, los pegujaleros, labradores con poca siembra o labor, o ganaderos con poco ganado (también en el Diccionario), y que se dan más en el campo murciano. En definitiva, la palabra mayete, tan oida en mi juventud y tan bien representada en personas que conocí, queda huérfana de diccionarios y enciclopedias. De ahí mi intento en la recopilación siguiente, tratando de acercarme a su interpretación actual.

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La definición de mayete más simple que encuentro es:  pequeño propietario de tierras en los pueblos (1). De esta sencilla definición paso a otra, encontrada dentro de un chiste, lo que da idea de la utilización satírica del término: “Esto eran dos catetos, que fueron a Sevilla, a la Giralda… Y entraban en una casa, y era un mayete (agricultor propietario acomodado), y tenía varias…“ (2)  El autor explica entre paréntesis qué es un mayete, añadiendo a la primera definición la del acomodo. En una tercera búsqueda, encuentro en una página de Carmona que habla de arquitectura, qué grado de acomodo es: “los medianos propietarios, mayetes en Carmona, habitan las casas de…» (3) Y en otro texto de arquitectura -curioso que salga la palabra en estudios arquitectónicos-, leo: “la de los medianos propietarios (mayetes, pelentrines, etc.) y la riqueza de soluciones espaciales y ornamentales a la que acudieron…” En el texto se estudia el habitat de distintos grupos sociales y su peculiaridad.  Hasta ahora en esta búsqueda idiomática he encontrado al mayete en tres grados de propiedad: pequeño, mediano y acomodado.

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En una columna periodística (El Mundo de Andalucía 31/08/02) aparece una definición más aclaratoria, dictada al autor por un marchenero: “…lo que en Marchena llaman mayete para señalar al que ni es terrateniente pleno ni tampoco pelentrín“ . Como vemos, esta es la segunda vez que la palabra pelentrin acompaña a la de mayete. Y en otra página continuan las comparaciones.  Es un documento PDF en el que se estudia la población de Palomares del Río: “…se dice señorito, no era ni medio mayete de mi pueblo” . Con lo que se quiere aclarar que un mayete no es un señorito, aunque tenga más dinero que él.

En el libro “The People of the plain” (La gente de la Campiña), escrito en 1955 por David Gilmore, antropólogo de la Universidad de Columbia, Nueva York, encuentro una canción sobre los mayetes,que se quejan de los costes laborales, el tiempo, y los cereales (4):

Los mayetes con el tiempo estaban desesperados.

Y con la falta de agua

Poco crecían los sembrados.

Si el algodón no sembramos

Y tampoco hay maíz,

Creemos que muchos de ellos

No van a poder dormir!

Aquí nuestro director oyó una conversación: Dos mayetes se contaban Cada uno su dolor.

Uno le decía al otro: Yo ya lo tengo pensado: si no viene el agua pronto, al canal me voy tirado.

El libro es un estudio antropológico de las gentes de Fuentes de Andalucia en sus fiestas de carnaval. Aquí los mayetes no se definen por la extensión de sus propiedades sino por su afán laboral, su obsesión de faena agrícola, de la que se burlan los jornaleros. Esta crítica se convierte en avaricia y se traslada a la mujer en la Revista de Folklore de la Fundación Joaquín Díaz: “…Y la mujer era muy tacaña, era una mayeta muy tacaña“ (5).

A estas alturas ya puedo hacerme una idea vaga del prototipo de mayete:  propietario acomodado, con afán de posesión de tierras. Aunque me pregunto cuántos mayetes existen aún en la campiña sevillana. Pregunta que tiene su respuesta en una página joven de Marchena: «!…el campo (por favor, que nunca se extingan los mayetes) (6) y el turismo cultural». O sea, el mayete desaparece.

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Referencias bibliográficas:

1.- Amigos de Andalucia

2.- Fundación Joaquín Díaz

3.- La arquitectura doméstica en Carmona

4.- The People of the plain

5.- Fundación Joaquín Díaz

6.- Marchena. Foro gatuito

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Añado aportación de Jaime Rodríguez sobre la entrada mayeta/te en el «Repertorio lexicográfico de la Sierra Sur de Sevilla»:

Mayeta/te: F. y M. 1. Esposa del mayete 2. Labrador con pequeña propiedad. En algunos lugares como Osuna se usa la forma mayeta para designar también al masculino. Se dice mayete fuerte para significar la posesión de una propiedad mediana. En el Vocabulario andaluz se registra la forma mayeto que se da como de Cádiz y se define como viñador de escaso caudal. En Los días del Sur con la misma acepción pero con la variante ortográfica malleto: “ese respeto litúrgico a las personas mayores con que de siempre se habían educado los hijos de los malletos rurales”. (Pág. 32). En Tierra de rastrojos con la forma presentada aquí: “habían dejado caer sobre los campos su carga líquida y los habían puesto frescos y relucientes, llenando de esperanza y buen humor a los colonos, a los pelantrines, a los mayetes, a los aparceros y a todos cuantos vivían del campo”. (Pág. 269). En DRAE y DUE de la misma forma que en el Vocabulario andaluz. En el DEA se recoge también mayeta como fresa silvestre. En Vida mayetera (pág. 142) se recoge un tópico según el cual los mayetes estarían quejándose contínuamente y por todo:

“Ser del gremio de <<mayetes>>,

tenía un valor especial,

que por bien o para mal,

del trabajo hizo temple.

Que en espíritu latente,

mientras el cuerpo trabajaba,

con quejas se lamentaba,

por el tiempo que hacía…

Si era seco… si llovía…

Si el solano… si nevaba…”

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Dulces caseros (En memoria de mi madre)

febrero 1, 2009

Entre las muchas formas de recordar a mi madre, elijo una muy de su gusto y del mio, la de los dulces caseros. Ellos eran el reflejo de los momentos más felices. Aparecían no sólo con celebraciones o acontecimientos, sino en cualquier momento de desahogo. En el dia señalado se iniciaba la tarea, no sin algunos nervios, de preparar dulces que culminaba con la procesion de las bandejas de latón al horno de la panadería de confianza (para que no los quemaran). De mi infancia recuerdo muchos: bizcochos, magdalenas, mantecados, polvorones, roscos, carne de membrillo… todos dentro de la ortodoxia pastelera de la casa, transmitida por recetas escritas de abuelas y antepasados. Era el cuaderno de tapas negras de hule al que se iban añadiendo hojas sueltas y recortes de otras recetas. Aquí pondré los principales.

Comienzo por los más exquisitos y raros -y creo que sus preferidos- que eran los alfajores, una «alegría de alfajor«, como ella decía, elaborados con almendras, nueces, piñones, miel y otros componentes típicos de los dulces andaluces como el cilantro y el clavo, que le daban su sabor característico. Mi madre hacía esa masa oscura de la que iba extrayendo pastelitos en  forma de rombo, que no cubría con azúcar o canela como los industriales. Eran muy sencillos de aspecto, pero nunca he sentido ese sabor, salvo en algunos dulces marroquíes que me lo recuerdan.

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Los más habituales en la cocina materna eran los mantecados. Eran los dulces de batalla. Aún la recuerdo amasando la harina con manteca de cerdo junto con el azúcar y la ralladura de limón, por cuyos restos nos peleabamos a la hora de  rebañar el lebrillo. Para darles forma se servía de un vaso de cristal boca abajo, con el que iba cortando pequeños discos de masa a los que pintaba con clara de huevo, colocándole una almendra en el centro. Dentro de las variedades del mantecado, prefería esos de almendra y los de ajonjolí. También eran llevados con solemne cuidado al horno de turno, de donde volvían calientes y prohibitivos hasta que se enfriaran.

Otro dulce de batalla eran las magdalenas, en las que mezclaba en la misma proporción harina, azúcar y aceite. Después venía la tarea de  rellenar con precisión los cestitos de papel.  Tampoco he probado muchas como éstas, y he probado muchas, siendo un producto tan abundante y corriente.  Pienso que la calidad de los materiales y la correcta ejecución eran suficientes. Los roscos de vino los hacía menos, pero quiero recordar sus ingredientes: se elaboraban con harina, vino, azúcar, aceite de oliva, ralladura de limón, ajonjolí y aguardiente. Mi madre no los recubría con azúcar glass (no creo que haya habido nunca en mi casa este tipo de azúcar) sino con azúcar normal.

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Las torrijas eran magníficas y nunca faltaban en tiempo de cuaresma. Las de mi madre eran de dos variedades: con vino o con leche. A ella le gustaban las de vino porque usaba un moscatel muy antiguo de mi abuelo, un barril que llevaba tiempo inmemorial en la alcena de la cocina. Nunca he comido otras como estas de vino. Esa labor de todo un dia que se mezclaba con las tareas habituales de la casa: las rebanadas de pan (duro, de varios días), empapadas en el vino oscuro y dulce desde la noche anterior, que se rebozaban en huevo y se freían en una sartén grande con un buen aceite de oliva. Algo de canela. Y si no, miel o azúcar simplemente. Tan humildes y sencillas, con el secreto del vino de su padre.

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Para los pestiños, el agua con anís, las hojas de laurel y la cáscara de naranja o una corteza de limón eran imprescindibles. Pienso, sin embargo, que lo fundamental era el aceite de oliva tan natural traido de un molino del pueblo. Mi madre mezclaba todos los ingredientes e iba friendo tiras que luego pasaba por la miel. Una miel que ella sabñia donde encontrar o quien se la podñia traer. No había secretos, sino buenos ingredientes. El resultado eran aquellos montículos dorados donde los pestiños se encadenaban unos a otros pegados a los dedos.

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Mi madre hacía una compota de frutas de gran calidad. Especialmente la de membrillo. Cuando niño, para mi era un misterio la procedencia de esa fruta rara destinada exclusivamente a la dulcería y que no se podía comer. Cortados los membrillos en trozos, los ponía a cocer en una cazuela con canela y dos o tres cucharadas de azúcar, removiendo continuamente para que no se quedara sin caldo, al que finalmente echaba un chorreón del famoso vino dulce de su padre. Toda la casa se llenaba de un olor agradable y profundo.

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Si tuviera que elegir un manjar materno, serían las rebanadas fritas o picatostes para el desayuno. Simple pan blanco remojado en salmuera, como ella decía. En un rito matinal imperecedero en mi memoria, remojaba las rebanadas de pan duro en agua con sal y las iba friendo en una sartén con abundante  aceite bien caliente, esperando que estuviesen doradas. Eran unos desayunos especiales de los que en ocasiones hice participes a mis hijos cuando pasabamos por el pueblo, esperando que disfrutaran lo mismo que yo. Recuerdo que las rebanadas desaparecían y había que tener el aceite caliente para seguir haciendo otra tanda.

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No puedo olvidarme de su dulce favorito de Navidad, las «deliciosas», que hoy son fáciles de encontrar. Yo las compro en Madrid. Recuerdo que en los primeros tiempos había que encargarlas a un representante, con ese misterio de una rareza gastronómica que mi madre sabía conseguir. Estas cajas  de especialidad estepeña iniciaban las fiestas en mi casa. Y si yo no estaba, ella me hacía partícipe enviándome una caja allá donde estuviese. Su sabor ha quedado  como el recuerdo proustiano de toda mi adolescencia. Sólo probarlas y todas las vivencias de la calle Morón aparecen.

Con estos dulces he querido recordar a mi madre.

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Imágenes, de arriba a abajo: 1.- Mantecados de almendra. 2.- Torrijas de vino y azúcar. 3.- Pestiños con miel. 4.- Compota de membrllo. 5.- Rebanadas de pan frito. 6.- Deliciosas, dulce de Navidad. 7.- Retrato de mi madre al comienzo de los años 50.

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Aperos y cultivo del olivo. (En memoria de mi padre)

enero 29, 2009

En el Catálogo de Aperos Agrícolas del Museo del Pueblo Español, realizado por Jose L. Mingote Calderón, existe un apartado sobre el cultivo del olivo que se acompaña con algunos aperos (no muchos). Sobre el mismo, este autor señala dos cosas importantes: la falta de estudios etnográficos del olivar y el cambio que se ha producido en su sistema de cultivo en los últimos años, con la consiguiente alteración de instrumentos y aperos tradicionales.

Creo interesante copiar aquí la terminología recogida por Mingote al respecto, intentando establecer unas mínimas bases etnográficas de las labores propias de la aceituna en Arahal:

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Terminología

Plantación

Estacas.- Sistema de reproducción a través de ramas.

Garrotes.- Idem con chupones del pie.

Zuecas.- Idem con protuberancias de la raiz.

Retoños.- Idem con brotes de raices.

Instrumentos y aperos: azadas, piquetas, rastrillos, escardillos, etc.

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Ordenación de la plantación

Marco real.- Los olivos ocupan los vértices de un cuadrado.

En linea.- Ordenación de los olivos como su nombre indica.

Al tresbolillo.- Los olivos ocupan los vértices de un triángulo equilátero.

Instrumentos y aperos: azadas, piquetas, rastrillos, escardillos, etc.

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Formación del árbol

Cima alta.- Manteniendo su forma natural.

Vaso o canasto.- Dando esa forma a la copa.

Instrumentos y aperos: hachas, hachuelas, serruchos, podaderas, tijeras, cuchillos, etc.

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Labores

Limpia.- Poda ligera, centrada en ramillas, tallos o chupones.

Poda.- La habitual en los árboles, que se realiza tras la recogida de la aceituna.

Desvareto.- Eliminación de ramas después de la recolección.

Tala.- Poda drástica, a causa de heladas o para la regeneración del olivo.

Afrailado.- Corte progresivo de ramas principales hasta conseguir la sustitución de la copa.

Instrumentos y aperos: podaderas, podones, rascadores, hachas, hachuelas, serruchos, podaderas, tijeras, cuchillos, etc.

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Recolección

Vareo.- Golpeo con cañas o palos de distinto tamaño para hacer caer la aceituna.

Ordeño.- Recoger la aceituna con las manos, método normal para la de mesa.

Instrumentos y aperos: bancos, macacos, espuertas, etc.

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Limpia y selección

Instrumentos y aperos: tolva o mesa con rejilla, espuertas, etc.

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Referencias bibliográficas:

– José Luis Mingote Calderón: Catálogo de los aperos agrícolas del Museo del Pueblo Español. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 1990.

– Andrés Guerrero García, VV Staff: Nueva olivicultura. Mundi Prensa, 2003.
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Imágenes, de arriba a abajo:

1.- Forma de marcar la plantación en tresbolillo. 2.- Ordeño con macaco. 3.- Macaco (cesta de esparto con forma troncocónica que se cuelga al cuello). 4.- Bancos o escaleras para la recogida de aceituna con ordeño. 5.- Tolva o mesa con rejilla para seleccionar la aceituna. 6.- Retrato de mi padre a comienzos de los años 50.

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Club de Football

enero 20, 2009

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Me encuentro en una antigua revista deportiva, «Madrid-Sport», una alusión a Arahal. Es sobre el fútbol local en 1923 (13/09/1923), recién iniciada la Dictadura de Primo de Rivera. En un artículo firmado por R. de A., éste se lamenta de la poca atención que se presta al «football» en la región Centro comparada con otras, incluida Andalucia, en la que todos los pueblos de más de 5.000 habitantes tenían club, y entre ellos, Arahal.

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En España se comenzó a jugar al fútbol en 1899 en Riotinto (Huelva). El primer equipo, el «Huelva Recreation Club» estaba formado exclusivamente por jugadores extranjeros; posteriormente se fundaron el Palamós, el Águilas, el Athletic de Bilbao y el F. C. Barcelona. En 1.902 se disputó la primera competición oficial, la Copa del Rey Alfonso XIII.

Así pues, desde que se implantó el fútbol en España hasta esta noticia, habían pasado 24 años. Arahal tenía alrededor de 10.000 habitantes y por tanto, formaba parte de ese grupo de pueblos andaluces con club de «football».

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No conozco datos de aquella etapa pionera, pero si de la existencia de fútbol arahalense desde mi infancia. El club futbolístico actual, el Arahal C. F., fué fundado en 1975. Se hace necesaria una historia del fútbol del pueblo, ya con un siglo de antiguedad .

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Referencias bibliógraficas:

Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España: Revista Madrid-Sport.

Arahal Club de Fútbol.

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Imágenes, de arriba a abajo: 1.- Antiguo balón de fútbol. 2.- Número de la revista «Madrid-Sport» donde viene la noticia del fútbol andaluz. 3.- Noticia. 4.- Escudo del actual Arahal C.F.

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